lunes, 22 de febrero de 2010

La cinta blanca

Asistir al despliegue formal y estético de Haneke es un espectáculo cruel, despiadado y sádico aunque un tanto liberador. Lo que debería ser una fábula sobre la vida, se convierte en un relato de la maldad y la perversión. En esta ocasión, en un caso si cabe aún más puro, Hanke ha viajado al gérmen, al embrión, el núcleo; ha ido a buscar la razón última allí donde respira su primer aliento y ha contado, con su forma lenta, blanca, una historia terrible sobre la pérdida de la inocencia.
Pero Hanke no angustia por ser explícito, ni violento, ni agresivo, desespera porque te enfrenta, de un modo feroz y primitivo, con algo que está dentro de todos, anidado en lo más hondo de la conciencia, una voluntad de hacer el mal, tosca, inmaculada, más primaria que cualquier sentimiento noble.

Haneke estrella la verdad contra la cara, zarandeea, empuja y apalea, en definitiva maltrata y pone los pies en el núcleo de la tierra. "La cinta blanca" no sólo es una buena película; es un retrato extraordinario de la culpa.

1 comentario:

Havié dijo...

"¿Qué ángel, o qué demonio, dará a luz el siglo XXI?"
Creo que las chonis de tu clase no sólo PRECONIZARON, sino que ahondaron en el planteamiento de Haneke.
Este señor tan sabio, que hace tan buen cine y que cuenta las historias con un pulso inimitable, creo que está un poco enfermo. Bueno, no tengo tan claro si es que él está enfermo o que nos hace sentirnos enfermos a nosotros.