Parece que la ciudad a veces se detiene durante unos segundos, cuando hay tormenta o cuando amanece al pasar el tercer puente. En las calles hay malabaristas y cestas de mimbre y también niños que asoman tras gorros de lana. Pasan los días y algunos árboles, como cuerpos escuálidos, parecen el presagio de un invierno imposible.