En el Sur, la ciudad desconocida te recibe tranquila, sin muchas pretensiones, con ejecutivos de trajes grandes
que toman el ómnibus en chanclas, con madres con el pelo enmarañado y músicos
que cuentan historias, entre parada y parada.
Te recibe sincera, sin las prisas del Norte. Exactamente igual a como te la imaginas.
Te saluda con el monstruoso ruido de sus calles, sus envases vacíos, sus sonrisas cansadas.
No importa quién eres en la ciudad desconocida.
No importa si ganaste la lotería en Babilonia, si creciste en un pueblo demasiado lejano o si al final te volviste oficinista.
En el Sur, la ciudad desconocida te recibe curiosa, como si llevase tal vez años esperando tu llegada.
Te recibe honesta y convencida de no tener que demostrar nada.
Te recibe sincera, sin las prisas del Norte. Exactamente igual a como te la imaginas.
Te saluda con el monstruoso ruido de sus calles, sus envases vacíos, sus sonrisas cansadas.
No importa quién eres en la ciudad desconocida.
No importa si ganaste la lotería en Babilonia, si creciste en un pueblo demasiado lejano o si al final te volviste oficinista.
En el Sur, la ciudad desconocida te recibe curiosa, como si llevase tal vez años esperando tu llegada.
Te recibe honesta y convencida de no tener que demostrar nada.