lunes, 24 de enero de 2011

Fábula

Lo contaremos como una fábula: La tierra era una orgía de leyes y códigos divinos. Luego llegaron los hombres y poblaron las inmensas llanuras, las cimas más altas y hasta las pequeñas porciones de tierra que, condenadas, se encontraban rodeadas de agua. Con el tiempo aprendieron a resguardarse del frío y diseñaron su fe y hasta construyeron refugios coronados por distintos símbolos, que bien parecían hospicios para agonizantes. Los hombres crecieron y se multiplicaron hasta convertirse en masas, pusieron nombre a un conjunto al que llamaron "cosas": consideraron que el uno debía corresponder a uno y que el verde debía llamarse verde. Casi todos buscanban lo que llamaron "libertad", algunos la perdían, otros nacían sin ella, (sobre estos últimos parecía existir un pacto: se consideraba mejor no tratar mucho su curso ya que alteraba la conciencia del resto). Entre todos acordaron dirigirse hacia ciertos lugares, algunos lo hacían hacia la vejez, otros hacia la guerra. Al horizonte lo llamaron infinito. El infinito era un pavo, de plumas centelleantes.

jueves, 20 de enero de 2011

Escaparate

Desde la altura lo vio claro: el escaparate engalanado de la tienda de lujo, el reponedor de la barbilla cuadrada, los años de fiebre y de domingo. Sabía que minutos después no tendría una apariencia cómoda. La muerte huele a cera y a jabón rancio. El cielo -su silencio amniótico- parecía saber que era el fin.

lunes, 17 de enero de 2011

O

Hay que joderse. Hay días así. Como aquella mañana que te daba pereza acariciarme o el día que deshice la maleta. Tampoco es para tanto. O sí. Como esa noche -enfurecida- de verano o la tarde en que decidiste no quitarme las bragas. Hay que aguantarse. Como en aquel último paseo o en ese invierno en que nunca hubo niebla, como aquella interrupción de los cojones, como la madrugada en que despegó tu avión. Hay que joderse porque bueno, no queda otra. O sí.

martes, 11 de enero de 2011

Intemporal

Podrías haber aparecido antes de llamar para al menos disculparte por la espera. Por la farsa intemporal de la espera.

domingo, 9 de enero de 2011

Cocos

Vivían en una casa frente a una palmera. A veces el sonido de los cocos contra el suelo conseguía arrebatarles el sueño. Cada noche se amaban - como enredaderas- hasta llegar al éxtasis. Cuando el cielo estaba oscuro nadie se librara de las alucinaciones, pero preferían no creer en el milagro, como excusa para permanecer juntos. Ella se hubiese marchado antes si no fuera porque su propia voluntad la tenía exclava. Una noche pomposa y sin fantasmas aparecieron ahogados en su propia sangre.