Lo contaremos como una fábula: La tierra era una orgía de leyes y códigos divinos. Luego llegaron los hombres y poblaron las inmensas llanuras, las cimas más altas y hasta las pequeñas porciones de tierra que, condenadas, se encontraban rodeadas de agua. Con el tiempo aprendieron a resguardarse del frío y diseñaron su fe y hasta construyeron refugios coronados por distintos símbolos, que bien parecían hospicios para agonizantes. Los hombres crecieron y se multiplicaron hasta convertirse en masas, pusieron nombre a un conjunto al que llamaron "cosas": consideraron que el uno debía corresponder a uno y que el verde debía llamarse verde. Casi todos buscanban lo que llamaron "libertad", algunos la perdían, otros nacían sin ella, (sobre estos últimos parecía existir un pacto: se consideraba mejor no tratar mucho su curso ya que alteraba la conciencia del resto). Entre todos acordaron dirigirse hacia ciertos lugares, algunos lo hacían hacia la vejez, otros hacia la guerra. Al horizonte lo llamaron infinito. El infinito era un pavo, de plumas centelleantes.
4 comentarios:
Algún día habrá que explicar lo del pavo. Porque casi me caigo de la cama.
A veces le encuentro sentido a lo que dices... crees que debería hacermelo mirar??
!qué perfecto infinito! me encantó.
muy buena entrada
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