Hay en frente del Palacio Real los días pares, también aglgún impar que cae en fin de semana, una pareja de argentinos- ella redonda y risueña, él más delgado y sin dientes-, que cantan tangos y canciones populares, que se miran y rien y ponen un cajón de madera ante ellos para que la gente les mire y sonria y les eche alguna moneda que otra y para que algunos se queden mirando un buen rato, emocionados y paren su ritmo frenético para vivir unos minutos sensuales, de esos que hay pocos en las grandes ciudades, donde no se camina por calles vacías, ni se recogen las cartas de buzones ajenos.
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