El último día en que la señora M. montó en el tren, caían, centelleantes, los primeros copos de polen. Hacía ya cuarenta años que despegaba sobre las vías con su armónica de hojalata. Tocaba siempre lo mismo, procuraba endulzar las mismas caras, sobre todo la de aquel señor pensativo y arisco de bigote canoso. Una mañana, inesperadamente y para desconcierto de los viajeros, la señora M. no subió. Pasó el tiempo, hasta que una tarde resonó en el vagón aquella música. Era el hombre pensativo y arisco, haciendo sonar furiosa, bajo su bigote canoso, la brillante hojalata.
9 comentarios:
Es muy bueno y punto.
cierto, señor Paz.
Estaba enamorado de ella. Desde siempre. Y quería que volviera, por eso hacía música, para llamarla. Estaba seguro de que ella le escucharía, estuviera donde estuviera, y vendría de nuevo.
un miau para jirafa :)
Una ves tocada la canción del abandono, una vez mas llueve nostalgia, el sonido prevalece, su ritmo es cada ves mas contagioso......y desde entonces………………………no he podido deshacer el baúl del olvido...lindos ojos…
muy tragico ,,,,,, No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió.
"Mándame una postal de San Telmo, adiós, ¡cuídate!"-
Y sonó entre tú y yo el silbato del tren...
Algunos no son capáces de gritar con palabras, ni si quiera con sonidos.
Yo no puedo.
Un beso, a veces, los textos transmiten sentimientos que no se pueden decribir, tu texto me huele a acero, y no se por qué.
Te sigo
todos nos acordamos de lo que perdemos y, entonces, suele ser demasiado tarde...
creo que yo iba en el tren, me acuerdo de la señora M.
*alguien que toca la armónica no puede ser tonto
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