Crucemos la calle y subamos la última
escalera. Te imaginas la alegría como un mar enfurecido y no recuerdas apenas más que el ruido de todas las ciudades y el cuerpo de los muertos aún caliente. Los sueños dejan de serlo al adaptarse y realmente, llegados a este punto, no vamos a culpar a nadie de intentar combatir el frío, pero sí de estar sólo atento al sonido de sus propios
pasos.
1 comentario:
Por eso no me gusta andar sola bajo este frío polar. El ruido de mis pasos suena ajeno y desolado.
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