Creo que a los dos nos daba miedo quemarnos, estrecharnos demasiado fuerte o terminar por querer quedarnos así para siempre: follándonos despacio, como amenazados por sádicas ventiscas.
Aquella noche llovía y las calles, como selvas lejanas, respiraban vapor y ceniza.
echo de menos esto. hoy me he dado cuenta de todo lo que has escrito y me ha recordado a que no tengo tiempo de escribir ni cuanod voy en el tren :(
al menos disfruto con tus delicadas historias. hay poca gente que sabe decir puta o follar sin que rechine, sin que quede ordinario. no te creas, no esfácil. pero a ti te da igual porque ya lo has conseguido
2 comentarios:
echo de menos esto. hoy me he dado cuenta de todo lo que has escrito y me ha recordado a que no tengo tiempo de escribir ni cuanod voy en el tren :(
al menos disfruto con tus delicadas historias. hay poca gente que sabe decir puta o follar sin que rechine, sin que quede ordinario. no te creas, no esfácil. pero a ti te da igual porque ya lo has conseguido
breve pero intenso y las imágenes... mencanta
Al final los miedos son los que mandan...
Creo que yo también he vivido algo parecido y al final la ceniza que nosotros mismos provocamos acabó marchándose nevitablemente con el viento.
Un saludo.
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