Me preguntó si solía matarlos tan temprano y yo le dije que no, que prefería esperar a ver como reaccionaban al primer mordisco, el Apocalipsis o las calles vacías. Generalmente, -aclaré-, acababan aullando en una esquina de la cama. Si tenían suerte les dejaba marchar por locos o incluso les daba una flecha para que me atravesasen el alma, el cerebro o las entrañas. Pero esto pasaba uno de cada mil años, cuando, como alineadas por un demonio imperturbable, las ganas machacaban a los dientes.
1 comentario:
El principal problema de dejar a las presas con vida durante más tiempo del necesario es que como te descuides, los miembros y miembras de su manada pueden volver con refuerzos y lanzarte de un cabezazo por los aires.
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