A veces, cuando hay niebla, las aceras parecen precipicios y las manos de la gente, a tientas, tratan de agarrarse unas a otras. Son días extraños cuando hay niebla, días para que revienten uno a uno los ladrillos de los puentes, para que te abracen hasta escuchar un crujido en las costillas. Me pregunto si, como yo, en los días de niebla todo el mundo se siente con ganas de torturarse hasta perder la consciencia.
2 comentarios:
Debajo de los ladrillos de los puentes a veces quedan atrapadas conversando, los días de niebla, pequeñas libélulas que se escaparon del nido.
Si es que ya lo digo yo, que los días de niebla son para los abrazos de oso.
(un miau
de pastel de
arándanos)
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