Se despertó y el futuro era azul. El aire flotaba denso y amable como si se tratase de líquido amniótico. Hasta hacía sólo unos días las previsiones avisaban de múltiples futuros desperfectos, establecían un protocolo en caso de ataque que indicaba cómo tratar a familiares afectados por la tristeza o "el virus", animales rabiosos o embarazadas de piel brillante, barnizadas con su propio vómito. El desconcierto fue tal al ver el cielo despejado, que pronto la angustia se convirtió en epidemia, las risas, como dinamita, eran insoportablemente imprevistas, así como la persistencia de flores, plantas o sábanas blancas. Se ahorcó pasados tres días. No pudo soportar que no llegase el fin del mundo.
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