Soñé con una montaña de cal que no acababa nunca. Luego llegabas y me acariciabas la cara, me frotabas las mejillas con las manos mojadas. Lo cierto es que me aterra esta intimidad vertiginosa, las horas que se obstinan en convertirse en recuerdos. Si algún día escriben sobre nosotros probablemnte no quede nada, quizás digan que eras un hombre de manías honorables y de mí, bueno, me llamarán fieradomésticaconlosnerviosdepunta. Te voy a imaginar febril y de cuclillas, abrazándome mientras aún era indefensa.
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