El futuro no existe o si lo hace está lleno de espinas. Hasta él se llega, si es que hay algún camino, por un sendero pétreo y escarpado, que muy de vez en cuando cruza alguna vaca parturienta, con la matriz colgando. Las montañas están devoradas por la niebla y racimos de árboles negros coronan, lóbregos, sus cimas. No hay hombres, ni mujeres, y si los hay corren desnudos y exhaustos pidiendo auxilio. Todo aquel que parte en su búsqueda al comenzar se piensa libre, como el eterno viajero, pero pronto los cadáveres le ralentizan el paso, las horas se hacen más ingrávidas y acaban muriendo de sed, hambre o angustia. El fin, si llega, es una escalera de peldaños viscosos, que conduce a la casa de un Dios cuya barba está colmada de gusanos. El futuro no existe, o eso prefiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario