Louise Bourgeois ha muerto y los edificios de Gran vía, rígidos y conformistas, siguen aspirando el humo de los coches. Ha muerto y sus obituarios están firmados por conservadores y críticos que se ahogan en sus vómitos de enarbolados cumplidos. Esta amazona de 98 años tuvo la suerte de escaparse del delirio de las cumbres, trabajó libre y subversiva, atenta al geométrico latir del universo. Un día hace tiempo, llegó hasta mi en forma de araña. Desde entonces he soñado varias veces con su cara, arrugada y encogida por la vida moderna. Hoy me entristece despertarme y que Louise Bourgeois haya muerto.
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