Es curioso el modo en que hablan de mi los turistas, enlatados en sus trajes de invierno, paseando por tus calles sus escarpadas mandíbulas. Dicen que me he quedado encadenada al pasado, que mi pueblo todavía conserva las manos grandes y ásperas. Se fotografían, triunfantes, ante lo que tildan de gélidas iglesias, grazan en sus idiomas proverbios sobre mi historia, y entonces, cuando consigo dejar de odiarlos, me conmmueve pensar en sus agotadoras mezquindades y en que nunca conocerán el cálido favor de las cocinas de lumbre.
Foto: termopilasyotras
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