domingo, 27 de junio de 2010

Tregua

Los escribí la noche del tercer día, cuanto los truenos decidieron darme una tregua. Las olas se rizaban con una cólera bíblica y mis párpados, como persianas de plomo, no me dejaban apenas ver. Tomé la pluma y pensé en la gente, afilada y arreglada con sus peinados de boda. Escribí sobre sus codos y también sobre los juguetes que los niños nunca pueden tocar. Expliqué la razón del optimismo, el destino y el caos. También dije algo sobre alguien llamado Dios, un hombre con barba y voz de papel arrugado. Hablé sobre la maldad y sobre el olor a grasa y ceniza de la muerte, sobre las grandes hazañas que nos hacen infelices, sobre monedas bailando lívidas, sin sangre. Escribí sobre más de lo que pude imaginar o al menos sobre más de lo que me permitía la esperanza. Horas después desaparecí. O alguien decidió acabar conmigo.

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